Estamos en la etapa de la Postmodernidad sin embargo seguimos viviendo bajo el efecto de la ya supuestamente superada Modernidad. Especialmente son visibles aquellos síntomas derivados de la predominancia de la Razón por antonomasia.
Según Alain Touraine en Critique de la Modernité «La modernidad no era definida más que por la eficacia de la racionalidad instrumental , el dominio del mundo hecho posible por la ciencia y la técnica… Pero ella no da una idea completa de la modernidad; esconde la mitad: la emergencia del sujeto humano como libertad y como creación. El ser humano pertenece, por supuesto a la naturaleza y es objeto de un conocimiento objetivo, pero es también sujeto de de subjetividades».
Esta visión del mundo esconde que el individuo no es solo razón y pensamiento, sino también emoción, cuerpo, alma y una gran complejidad invisible de elementos que configuran su naturaleza, que a mí al menos se me escapan de la comprensión racional.
Con todos estos instrumentos interpretamos el mundo y también desde nuestro propio pensamiento subjetivo creamos mundos y éstos casi siempre tienen poco que ver con lo que realmente es. Porque en verdad ¿Cuál y cómo es la realidad real? ¿Cómo es aquella que no está permeada y atravesada por nuestra visión «mágica» imaginada?
Es común los malentendidos en la interacción entre personas, incluso más con aquellas personas que queremos tanto. Lo que para una es una pequeña arena para otra es un desierto de arenas movedizas, lo que para una es retirada, para la otra es respeto, lo que para una es despiste, para otra es un huracán de vitalidad, etc.
Desde la visión dual lo único válido y posible es Tú o Yo, lo Tuyo o lo Mío, Si o No, Blanco o Negro… sin tener presente la riqueza de nuestro vocabulario o las múltiples combinaciones de la paleta de colores de la vida.
Una de las formas de poder salir de esa dicotomía es abrazar la integración de todo lo que somos y abrirnos a lo que creemos que no somos y también somos. Escuchar la verdad que nos dice el cuerpo, percibir cómo nos sentimos. Movilizar y liberar la emoción no expresada, desatar el malestar enquistado en el cuerpo, dejando que las lágrimas derritan y limpien las emociones encalladas en los músculos y órganos endurecidos. Permitir que el corazón se quite una capa y otra, para que pueda ayudar a abrir nuestra alma como una flor que ofrece y regala lo mejor de sí, su perfume al mundo, al otro u otra; emergiendo un amor verdadero que nos permite acoger lo que te pasa a ti, como parte de lo que me pasa a mí. Curiosamente llegamos al Uno, pasando por el Dos. La unidad.
Y así, podremos crear relaciones sostenidas en la creatividad y el crecimiento, creando vínculos saludables sostenidos en la Libertad, la Confianza y el Amor. ¡Danzar y Celebrar la vida con la embriaguez de la Copa del Amor que dice el gran Rumi!
He desechado la dualidad,
he visto que los dos mundos son uno.
Uno busco, uno conozco, uno veo, uno llamo.
Estoy embriagado con la copa del amor,
los dos mundos han desaparecido de mi vida.
No me resta sino danzar y celebrar. (…)
Rumi
¡Feliz y humoroso Día!
Rubi Alonso